jueves, 25 de octubre de 2012

EL NEGRO NO ENTIENDE

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y los consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, los observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: “Pero qué chiflados están los europeos”.

Rosa Montero, EL País.

4 comentarios:

  1. TEMA: Los prejuicios raciales del mundo occidental.
    RESUMEN: A partir de una anécdota se hace patente que los prejuicios raciales siguen existiendo en las sociedades modernas y desarrolladas del siglo XXI.
    ESTRUCTURA: El texto "El negro no entiende" firmado por Rosa Montero, presenta una estrucuta externa compuesta por dos párrafos de desigual extensión. El párrafo primero tiene una extensión de 21 líneas y son 7 las que componen el párrafo número dos. Adentrándonos en el análisis de la estructura interna, podemos observar que la autora ha obtado por una estructura inductiva, es decir, la tesis sobre la que versa el texto al completo se encuentra situada al final del mismo, en el párrafo que hemos denominado párrafo dos. La autora se sirve de una anécdota que, podríamos decir, tilda lo cómico, para generar en el lector una espectación tal que culminará con la afirmación y corrovoración de la idea principal: en pleno siglo XXI sigue habiendo actitudes y comportamientos racistas que no solo se reducen a un sector concreto de la población sino qu están presentes en personas jóvenes tales como la estudiante germana portagonista de la acción.

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  2. Recordad que para el próximo jueves día 15 de noviembre, deberéis entregarme POR ESCRITO el comentario crítico(junto con el borrador)de este texto. Buen fin de semana!

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  3. PROPUESTA DE COMENTARIO:

    Podríamos decir que uno de los posibles temas a los que esta pintura nos acerca es el maltrato. Dando un paso más, quizás señalar un maltrato no de género (hombre y mujer por igual) sino un maltrato hacia la figura femenina, el maltrato de la mujer.
    Observando la pintura, no podemos pasar por alto el hecho de que bajo una apariencia tranquila, una tez firme, una mirada radiante, pelo y piel frescos, se esconden una serie de miedos contenidos, un infierno que quema a la protagonista de la obra por dentro, un grito de socorro aislado, una mutilación de su propio ser, un deseo de libertad, en definitiva, el ansia de ser igual al otro, el ansia de ser persona.
    Mucho se oye hablar del maltrato, de todas las “armas” que supuestamente tiene el género femenino a su disposición para paliar, parar o erradicar una situación de maltrato. Sin embargo, no dejo de oír nuevos casos de violencia de género de víctimas que habían denunciado, que tenían otorgada una orden de alejamiento, que se habían separado, que habían intentado seguir adelante, que eran testigos protegidos y un largo etc. Entonces, ¿dónde está el fallo? ¿Por qué seguimos cada año sumando más víctimas al listado negro de la violencia machista? ¿Qué pasa con esta sociedad y sus leyes?
    Sinceramente, pienso que ninguna ley puede acabar con este mal del siglo XXI. Cuando la libertad de salvar o matar a alguien es responsabilidad absoluta del individuo la ley castiga, pero no puede impedir nada. La solución, desde mi punto de vista, estaría en el desarrollo de las capacidades de cada ser, es decir, en la formación y la cultura de cada persona, en la educación.
    Si analizamos cada una de las víctimas de la violencia machista de los últimos años observaremos que en cada una de ellas se repite un patrón, mujeres sin formación ni empleo, encargadas del cuidado de los niños y el hogar, sin vida social (amigos o entretenimiento), con una dependencia económica total del varón que mantiene todo su emporio en alza. La figura femenina queda, en la mayoría de los casos, relegada a un par de funciones básicas, es la criada y es la niñera. Este perfil de mujer no tiene a dónde ir, teme ser juzgada por la sociedad en la que vive, teme afrontar el fracaso de su matrimonio, teme por sus hijos, teme a las represalias del marido y vive aterrorizada.
    La educación que se recibe en el seno familiar y la que se refuerza en las escuelas es fundamental a la hora de forjar al individuo como persona, con sus gustos, sus ideales y sueños. La formación es un pilar básico en la vida del individuo. Uno debe aspirar a ser autosuficiente, a no depender del otro para vivir, a solventar y producir su propia vida, a respetar y valorar las aportaciones de los demás, a vivir en sociedad entre iguales, hombre y mujeres, a no encasillar a nadie por cuestiones de raza, ideología, sexo o género.
    Quizás paliar el problema es hablar de palabras mayores pero, sin duda, la educación nos ayudará a paliar, en gran medida, esta lacra a la que nos enfrentamos.

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